Como cada 4 años, este próximo 9 de Marzo se celebrarán elecciones generales. Después de meses de la propaganda y las promesas de los políticos de turno, la “gran fiesta de la democracia” llegará a su máximo esplendor. La convocatoria de elecciones es el momento de legitimación “ciudadana” de sus “representantes”, mediante los cuales se supone que nuestras opiniones se verán tenidas en cuenta.
Por nuestra parte no tenemos más remedio que expresar nuestra opinión sobre la gran mentira de democracia en la que dicen que vivimos. Entendemos que es bastante falso el tomarse en serio que vivimos en una democracia. Porque si uno se para a pensar con la cabeza fría… ¿Qué decidimos? ¿Decidir que alguien decida por nosotros es realmente decidir? ¿Elegir entre diferentes élites que se encarguen de tomar las decisiones colectivas…es democracia? La respuesta no es muy difícil: No. Un claro y rotundo NO.
La democracia representativa se basa en la mentira de que nosotros, eligiendo que alguien tome las decisiones que deberíamos tomar todos, estamos decidiendo realmente. De esa forma dichas decisiones quedan a la voluntad de un número reducido de personas. Esas personas (los políticos) tienen en sus manos cuestiones que sólo ellos deben tratar, sin que nuestra opinión sea de verdad necesaria. ¿Y no es inevitable que unas personas puedan aprovecharse de otras cuando las decisiones colectivas quedan en manos de 4 especialistas? No se trata de buscar un político o un partido que nos solucione los problemas, se trata de actuar sobre ellos, por nosotros mismos. La democracia representativa, es decir, el estado, es además la garantía (con sus fuerzas de seguridad, jueces,…) de un sistema económico que genera desigualdades y privilegio por sí mismo: el capitalismo.
El capitalismo es un sistema económico basado en la propiedad privada, que permite que unas pocas personas acaparen para su propio beneficio una serie de riquezas que nos pertenecen a todos. Los trabajadores, que somos infinitamente más numerosos, nos vemos a merced de esas personas. Estas pocas personas (la burguesía) son propietarias de los medios de producción, y tienen en su mano decisiones que todos deberíamos tomar. De esta forma el decidir sobre qué, cómo, cuando y porqué se produce algo no está en manos de todos, sino en manos privadas, no colectivas. Considerando esto, nos damos cuenta de que no decidimos ni en los asuntos políticos que nos afectan ni en los económicos. Si todos no decidimos día a día sobre lo que nos afecta a todos… ¿dónde queda la democracia? Nosotros pensamos que la grandísima mayoría de problemas que la sociedad tiene son causa de esto. Desde el cambio climático, la pobreza, los contratos basura, hasta las malditas hipotecas de 40 años.
Es muy irresponsable otorgar a una camarilla de elegidos nuestra capacidad de decisión sobre el mundo que nos rodea, sean del color que sean. Y además es iluso el creer que metiendo un voto en una urna y reclamando responsabilidades, estamos decidiendo realmente. Entendemos por ello que ni el estado, ni el capitalismo son válidos si lo que realmente queremos es decidir sobre los problemas que nos afectan y nuestro futuro al fin y al cabo. Tenemos que organizarnos, l@s trabajadores, porque si no, nos comen. Y así nos pasa.
Estamos cansados de nuestra condición de meros espectadores, de máquinas. Si nos paramos a pensar despacio, no decidimos nunca. Para la mayoría de nosotros el día a día se basa en 8 o más horas para trabajar (es decir, para vendernos por dinero a cambio de obedecer órdenes para el lucro de la clase dominante), 8 horas para consumir pasivamente, el resto del tiempo para dormir, y vuelta a empezar. Pues eso no es justo. No queremos seguir alimentando un sistema que nos hace ser marionetas, que ni deciden, ni pinchan, ni cortan.
Nosotros pensamos que el único modelo que verdaderamente puede llamarse democrático es la democracia directa, autogestionaria. Sólo puede llamarse democracia a una forma de organizar la vida política y económica en la que las decisiones sean tomadas y ejercidas directamente por las personas a quienes afectan. Y eso conlleva abandonar principios como el estado y el capitalismo a la hora de actuar, y de construir una sociedad en la que los problemas de todos sean resueltos por todos.
Sólo organizándonos de forma horizontal (sin que nadie esté por encima de nadie), autónoma al poder (para ser dueños verdaderos de nuestras decisiones), gestionando nuestras actividades por nosotros mismos, y repartiendo por igual tareas y riquezas podemos empezar a tomarnos en serio aquello de la “democracia”. Por todo lo dicho planteamos que ante las próximas elecciones no hay que ir a votar, porque la mejor forma de decirles NO es simplemente no entrando en su juego.
Pero lo más importante, la abstención pasiva al igual que el voto, en el fondo no sirve de mucho. Hay que empezar a organizarse, a salir a la calle, a decidir. En nuestro trabajo, en nuestro barrio, en nuestra ciudad, o donde sea. Y no para pedir migajas que traten de reformar esta forma explotadora de vivir, sino para acabar con esta mentira de sociedad en la que la mayoría obedecemos, sin más. Ya es hora de dejar de agachar la cabeza, que el mundo es nuestro, y no de cuatro aprovechados.
¡ESTE PRÓXIMO 9 DE MARZO, NO VOTES, ORGANÍZATE!
¡CONTRA EL PARLAMENTARISMO Y EL CAPITALISMO: AUTOGESTIÓN Y ACCIÓN DIRECTA!