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Las guerrillas urbanas, después de la derrota de 1939, fueron uno de los máximos exponentes de la lucha antifranquista.
Numerosos guerrilleros libertarios, entre los cuales destacaron Josep Lluis Facerias, Quico Sabaté, Marcel·lí Massana («Pancho») y Ramon Vila Capdevila («Caracremada»), murieron combatiendo después de un largo acoso a las fuerzas de la dictadura franquista.
Los primeros núcleos de reorganización confederal en el interior tuvieron lugar en abril de 1939. Poco antes se había reunido en París el Comité Nacional de la CNT y los Comités Peninsulares de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) y de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL), creando el Consejo General del Movimiento Libertario Español, los cuales coordinaron la reorganización confederal en el exilio, sobretodo en Francia, México, Argel, Argentina y Venezuela. En el Congreso de la CNT celebrado en París, el año 1945, se fraguó una escisión que duró hasta 1961. Mientras tanto, la Confederación clandestina era diezmada continuamente por la policía franquista, cayendo uno tras otro, desde 1939 hasta 1951, todos los Comités que se habían constituido. En la misma época, mientras los militantes del interior se dedicaban por entero a la reorganización sindical, sufriendo dura represión –cárcel y sentencias de muerte–, otros militantes libertarios se lanzaban a la lucha armada contra el régimen.
En septiembre de 1944 se produjo la invasión masiva de guerrilleros del Vall d’Aran (Lleida) y del Roncal (Huesca); se trató de un movimiento unitario, aunque con claro dominio comunista. El final de la Segunda Guerra Mundial levantaba grandes expectativas de cambio, pero los aliados no sólo se negarían a invadir España, sino que finalmente permitieron que el régimen de Franco se estabilizase. La dictadura sería larga, la represión constante.
Los grupos políticos abandonaban la resistencia armada, solamente los anarquistas harían frente a la lucha, incluso sin el consentimiento de los Comités de la CNT. Cataluña y Aragón fueron las dos zonas donde, a finales de los cuarenta, los guerrilleros realizaron sus principales acciones. En las tierras aragonesas destacaron los guerrilleros libertarios Rufino Carrasco «Sos» y «El Tuerto de Fuencarral»; pero fue en Cataluña donde la lucha se mantuvo por más tiempo y con mayor efectividad. Las partidas guerrilleras de Sabaté, Facerias, Massana y Caracremada mantuvieron en jaque a la policía española. La primera acción de estos grupos la realizaron el 6 de agosto de 1945 en la sucursal del Banco de Vizcaya de la calle Rocafort, en Barcelona, consiguiendo 100.000 pesetas. Los atracos a bancos y empresas se sucederían con regularidad, expropiando fondos para ser destinados a la propaganda contra el régimen y demostrando una gran actividad: Massana, Sabaté (José y Quico), Facerias y Caracremada asaltaron la empresa de lignitos de Serchs; otro grupo dirigido por Ramon Torre colocó un explosivo en el edificio de la Falange Española Tradicionalista y las JONS, en Terrassa; y activistas de la FIJL realizaron una intensa propaganda en los barrios obreros. El régimen, por su parte, no se intimidó, reprimiendo duramente a los luchadores antifascistas. Así, en marzo de 1946 fueron fusilados los jóvenes libertarios Esteban Pallarols y Francisco Marés.
En los siguientes años, los grupos anarquistas acentuarían su combate contra el Capital. Facerias y su grupo realizó los golpes más espectaculares: el asalto de la fábrica Hispano-Olivetti, donde consiguieron un botín de 300.000 pesetas, y el del meublé «Casita Blanca», con 37.000 pesetas. Otro grupo anarquista, capitaneado por «El Valencia», realizó sus acciones en los alrededores de Barcelona, Mollet, Granollers, etc. Los grupos de Caracremada y de Massana operaron por su cuenta en las comarcas barcelonesas y gerundenses. Asimismo, Quico Sabaté, sus hermanos y Wenceslao Giménez actuaron en Barcelona realizando atracos, actos de propaganda y acciones contra los sicarios del régimen, acabando en una de sus acciones, cerca de la Sagrada Familia, con dos jefes locales del Frente de Juventudes.
Por estas mismas fechas aparecía un grupo anarquista, el Movimiento Libertario de Resistencia (MLR), que también realizó atracos y actos de propaganda. El mes de julio de 1947 lanzaron por las calles de Barcelona la octavilla siguiente: «¡La libertad o la muerte! Ni las amenazas de muerte de ningún decreto-ley, ni la ferocidad de los aporreantes de las comisarías de policía, ni la crueldad de los jefes de pistoleros legales, ni los piquetes de ejecución del Estado fascista, lograrán detener a la Justicia Revolucionaria. Al terror legal, el MLR seguirá combatiendo sin cuartel por el terror. El criminal legalizado pagará siempre caro su vandalismo.»
Los grupos de acción de Barcelona, el 12 de julio de 1947, ejecutaron a Eliseo Melis, confidente de la policía, infiltrado en la CNT. También, desde el exilio llegarían jóvenes libertarios dispuestos a combatir el régimen, entre ellos, Raúl Carballeira, Pedro Ara, Francisco Ballester y Ramón González. La policía estaba alerta, los grupos de la Brigada Político-Social, dirigida por Eduardo Quintela, iban a la caza de los libertarios, y a las detenciones se sucederían los procesos, las condenas y las ejecuciones.
El 8 de mayo de 1948 eran fusilados, en el Campo de la Bota barcelonés, diez militantes cenetistas. Carballeira, que había podido llegar a Barcelona, también sería abatido por las balas de la policía en el Parc de Montjuïc. Asimismo, en otra refriega, en Figueres, morirían Celedonio García, Ramón González, Enrique Martínez y Antonio Franquesas, compañeros de Facerias, quien lograría huir a Francia.
Los enfrentamientos con las fuerzas represivas se sucederían, produciéndose numerosas bajas de guerrilleros. La década de los cuarenta terminaba con 29 muertos, 11 heridos y 57 detenidos. Entre los caídos en combate, o fusilados, estaban los hermanos de Sabaté (José y Manuel), Wenceslao Giménez, Carlos Cuevas, Cecilio Galdós, Amador Franco,…
Durante los siguientes años decreció el número de acciones. El golpe policial contra la guerrilla había sido muy fuerte, pero a partir de la primavera de 1955 se reabría nuevamente la acción armada: Quico Sabaté, desautorizado por el MLE-CNT-FIJL-FAI del exilio, creaba por su cuenta los «Grupos Anarco-Sindicalistas», cuyo órgano de expresión sería El Combate. Su estancia en la capital catalana se saldó con nuevos atracos y actos de propaganda contra el régimen, tanto el Primero de Mayo como durante la visita de Franco a Barcelona.
Sin embargo, las acciones de los guerrilleros se ralentizarían, algún artefacto explosivo o algunas octavillas dan noticia de su existencia. Facerias moría el 30 de agosto de 1957, en una emboscada, en el paseo de Verdum, de Barcelona. Tres años más tarde, el 5 de enero de 1960, Quico Sabaté, en su regreso a España, tras un laborioso cerco de la Guardia Civil y el Somatén, también caería en Sant Celoni (Barcelona). Finalmente, el 6 de agosto de 1963, en Castellnou de Bages (Barcelona), moriría Ramon Vila «Caracremada», en un enfrentamiento con la Guardia Civil, cuando iba a colocar un explosivo en un tendido eléctrico. «Pancho» Massana sería el único guerrillero superviviente.
Los nuevos tiempos exigirían tácticas nuevas. Otros jóvenes libertarios prosiguieron la lucha contra el franquismo, pero el recuerdo de los guerrilleros anarquistas, a pesar de ser denigrados a la condición bandidos, quedará plasmado en la memoria colectiva como luchadores antifranquistas.
Bibliografía
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Téllez, Antonio. Sabaté. Guerrilla urbana en España, 1945- 1960. Plaza & Janés. Barcelona, 1978.
La CNT y la lucha contra el franquismo: Defensa Interior
La CNT en el gobierno de la República. Un colaboracionismo autodestructivo
Las colectivizaciones en Catalunya (1936-1939)
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