REPRESENTATIVIDAD
José Luis García Rúa y José Gómez González
Aconsejados por el viento de los tiempos, nos parece oportuno reproducir, algo remozado, un
artículo que ya, años atrás, vio la luz en medios confederales frente a otra oleada de
"unificación" gemela de la actual.
Una correcta rtepresentatividad.
Partiendo siempre del principio de que asamblea sin sindicato es ciega y sindicato sin
asamblea es vacío, somos conscientes de que, cuando son los obreros los que promueven la
representatividad, ésta deriva directamente de sus propias y exclusivas decisiones en el fondo y
en la forma, y, de este modo, sus representantes son los que, en cada caso, deciden las asambleas
obreras, otorgando a aquéllos un mandato concreto y sin ningún carácter permanente.
La libertad sindical por la que la clase obrera viene luchando desde el nacimiento de su
conciencia de la misma, debe ser plena, y debe permitir a todos los sindicatos trabajar libremente
y en igualdad de condiciones en las empresas, moverse entre los trabajadores, hacer entre ellos su
propaganda y el planteamiento de sus propuestas, cuya diversidad habrá de ser contrastada en las
asambleas de tajo, para decidir su parecer mayoritario en la asamblea general. Justamente ése es
el cometido de la Secciones Sindicales de Empresa: estar al tanto de todos los problemas obreros,
tanto particulares como generales, denunciar las arbitrariedades patronales, defender, en toda
situación de agresión e injusticia, a individuos y grupos obreros y convencerlos de la razón de sus
planteamientos, tanto en los casos concretos como en la visión general del movimiento obrero y
de sus finalidades. Las asambleas son las que deben decidir, en cada caso, sus propuestas y
nombrar a sus representantes para planteárselas a la Patronal.. Estos representantes tendrán un
margen de negociación fijado por la asamblea y, en ningún caso, deben poder tomar decisión
alguna sin la aprobación mayoritaria de la asamblea general. Para negociaciones que rebasen el
marco de la empresa, se habrá de proceder a coordinaciones previas entre asambleas de ramo, que
deberán proceder según la metodología ya descrita. Si hablamos de esto, estamos hablando de un
movimiento trabajador real y vivo y del método directo inexcusable de sus acciones.
Naturalmente, con esta metodología, que es la única y propia para la canalización y
defensa de los intereses de los trabajadores, las reivindicaciones obreras son más duras y
radicales y pueden y deben, además, integrar planteamientos finalísticos de superación del
sistema.
La reacción de la Patronal y el Estado.
Es claro que ni a la Patronal ni al Estado les conviene tal metodología que define a la
clase obrera como competidor antagónico del Capital y no como su colaborador productivo. Por y
para promover formas de relación a la medida de su conveniencia, Capital y Estado siempre han
tendido a intervenir en la definición "legal" de representatividad obrera, coaccionando, forzando
o aniquilando el derecho de los trabajadores a decidir la forma y el fondo de su propia
representación. Las presiones de Capital y Estado, así como su estrategia de mediatizar una parte
del movimiento obrero vienen manifestándose en España desde los años 20 y 30 del siglo pasado,
cuando el dictador Primo de Rivera asocia a su causa al partido socialista y a la UGT en el
intento de hacer prevalecer la práctica de los "Comités Paritarios" entre patronos y obreros, y
cuando, ya en la II República, los socialistas en el Poder, y por su vergonzosa ley de abril de
1932, tratan de imponer la misma estructura de Primo con el nombre de "Jurados Mixtos". En
ambos casos, tales intentos fracasaron por la oposición y la fuerza de la CNT, pero, visto con
ojos de hoy, podemos afirmar que esos antecedentes primorriveristas y socialo-ugetistas fueron el
germen de los actuales Comités de Empresa y similares, después de haber recibido la
santificación de los mismos por el dictador Franco y por sus sucesores de la "transición".
Los medios patronales y estatales han sido siempre los mismos: dividir a los trabajadores,
privilegiar a unos grupos determinados y erigirlos no sólo en interlocutores válidos sino incluso
en interlocutores únicos, interlocutores que han de aceptar la "racionalidad" del lenguaje del
Capitalismo y que, por ello, se convierten en sus servidores. Es el medio por el que capitalistas y
gobernantes intentan desposeer a la clase obrera del protagonismo que le corresponde,
eliminándola, como sujeto físico y moral, del campo de la acción en la reivindicación de sus
derechos, e imponiéndole un sistema "parlamentario", falso de raíz, en el que los representantes
compadres del Patronato pueden hacerse "representantes" con el voto del dos o tres por ciento de
los "representados" y hasta con menos. Se trata con esto, por parte de las clases explotadoras, de
crear unas estructuras formales donde ese dos o tres por ciento en las urnas sea el medio
instrumental del travestimiento de una "participación" inexistente.
Claro que, para lograr esos propósitos, patronales y gobiernos necesitan sus propios
sindicatos, los "amarillos", pero sobre todo requieren una complicidad fundamental, la de
aquellos sindicatos que, tácita o expresamente, son correa de transmisión de partidos políticos,
y/o la de aquellos grupos de actividad sindical puramente tradeunionista, actuantes en el campo
de reivindicaciones perfectamente asumibles por el sistema. En ambos casos y dentro de la
tensión obrero-patronal, el sistema sale siempre no sólo intacto sino permanente y
progresivamente fortalecido, bien porque ninguno de esos "contendientes" propone modelo
alguno de recambio del sistema, o bien porque, si por pura forma lo propusiera, tal "proposición"
resultaría vacía e inoperativa, desde el momento en que, ya por principio, se acepta el medio, el
modo y el instrumento que la Patronal y el Estado deciden, lo que hace que la acción de aquéllos
no puede dejar de ser puramente reproductora del sistema.
La representatividad corrompida.
Todo lo anteriormente dicho se materializa en una operación de compra-venta por la que
se convierte a esos grupos (la "fuerzas o agentes sociales", según la fraseología mediáticopolítica)
en
lobbies, grupos de presión política en el campo económico y adyacentes,asegurándoles "un lugar al sol" capitalista, con todos los privilegios que se derivan de tal
integración en el sistema capitalista-burgués. Así nace el
yuppy profesionalizado que se quita lacorbata en período de campaña, que se inviste de interlocutor único, que se libera del trabajo, que
asegura y blinda su puesto de trabajo en cualquier avatar de reconversión económica de la
empresa o de despido de trabajadores, que se dota de tiempo libre de carácter privado, de un
status
de excepcional consideración social, preparativo todo ello del primer peldaño de una"carrera política" posterior, etc, etc. Y lo más sangrante de la cosa es que tal compra-venta, y por
lo tanto tal derrota de la clase obrera como tal, se pretende presentar como una "conquista" de
clase tanto por los beneficiadores como por los beneficiados de tal trato o trueque. ¡El colmo de
la desfachatez y del cinismo!.
La operación aquí descrita es de lo más inteligente por parte del capitalismo. Su bicoca
consiste en obtener así una organización del trabajo donde, formalmente, aparece como actuante
la figura del "agente social", a la vez que, en términos reales, tal "agente" actúa sólo de garante de
todas las limitaciones reivindicativas de cualquier índole, a la vez que de
terminator de laoperatividad transformativa de la clase obrera como tal. Su misión efectiva es la de vaciar de
contenido las reivindicaciones de transformación, a la vez que la de provocar en la mente del
trabajador el convencimiento de que organizarse es inconveniente y hasta absurdo, ya que, con el
tiempo, se genera la cultura de la delegación y dependencia que impide el protagonismo obrero,
y, por contrapartida, se potencia el egoismo del personal y su insolidaridad de clase, en beneficio
de la "paz social", en la que el empresariado medra y el sistema se fortalece.
Efectividad propatronal de los Comités de Empresa.
Por lo que se refiere a España y a la eficacia propatronal de los Comités de Empresa, es
muy elocuente el ejemplo de Euskalduna (Bilbao), donde el Gobierno, durante la reconversión
naval de los años 86-87, cerró el astillero con el acuerdo de los sindicatos CCOO, UGT y ELASTV,
más el inestimable apoyo desmovilizador de los Comités de Empresa de los restantes
astilleros de la nación. En los seis meses de enfrentamiento que mantuvieron los obreros de
Euskalduna, jamás se dio una huelga de solidaridad en el sector.
Otro ejemplo, más elocuente aun por ser más general, es el que se deriva del análisis de
las luchas entre los años 82 y 87 de siglo pasado: En ese tiempo, el tiempo del gran
desmantelamiento industrial para nuestra entrada en Europa, todos recordamos las luchas contra
las reconversiones del campo, de la pesca, de la minería, de la industria en general. Eran los
tiempos de la lucha en la siderurgia, abanderada por Sagunto y Reinosa, la de los astilleros en
Puerto Real, Euskalduna, Gijón y otros, la de los campesinos con sus interminables caminatas y
sus huelgas de hambre, las violentas respuestas de la minería asturiana, las luchas del textil y en
el sector del automóvil... Eran, pues, los tiempos apropiados para la lucha conjunta, para la
huelga general. Pues, bien, los "sindicatos", esos interlocutores válidos y únicos que se buscó el
capitalismo, supieron bien hurtarse a ese imperativo de la clase y a esa coyuntura histórica. ¿Y
cómo lo hicieron ? Pues apoyándose en sus "brazos largos", los Comités de Empresa, que
impidieron la solidaridad y la lucha en común entre todos los sectores, en suma, la huelga general
que se hacía manifiestamente necesaria. Medio empleado: el arma del miedo y el fomento del
egoismo localista.
Veamos ahora de qué tipo de "representatividad" se trata. Por mucha minoría y
archiminoría que sean los votantes, la ley les permite componer los Comités de Empresa y les
otorga la representación de todo el colectivo. Por ejemplo, en el año 1983 y en el astillero de
Puerto Real, el máximo de votos recibido por el presidente del Comité fue de 125, y de 71 el del
máximo líder de la UGT. La plantilla obrera superaba entonces los 3.000 trabajadores. La
pregunta sale sola: ¿a quién representaba esa gente?. Queda, pues, claro que la representatividad
de los Comités de Empresa no se la dan los trabajadores sino la ley del Estado y la voluntad de
los empresarios que la promueven.
Otra de las grandes artimañas de las que se valen los "sindicatos oficiales" (que lo son
unos más que otros, pero que, en conjunto, son todos aquellos que aceptan las elecciones
sindicales) es la de utilizar a su antojo y en su propio beneficio su doble condición de
"representatividad", como Secciones Sindicales de Empresa y como Comités de Empresa, habida
cuenta de que la ley pro-patronal sólo reconoce derechos de representatividad funcional a las
Secciones Sindicales que se hayan presentado a las elecciones sindicales. Pues bien, cuando tales
"sindicatos" encuentran dificultades como Comités de Empresa para sacar adelante sus
propuestas, echan entonces mano de su otro tipo de "representatividad" como Secciones
Sindicales para hacer pasar lo que los trabajadores rechazan. Un ejemplo de la práctica de tal
triquiñuela se dio, en el astillero de Puerto Real con motivo de la votación del Convenio
Colectivo del año 91-92, cuando la propuesta del Comité de Empresa fue totalmente rechazada
por los trabajadores, que aceptaban palmariamente, en la asamblea, las propuestas de CNT,
donde se contenía una estrategia de lucha de bajo rendimiento indefinido en la producción. En
esa situación, al ver el Comité la imposibilidad de sacar adelante su propuesta a mano alzada y en
presencia, forzó la votación secreta, y se encontró con que de 2500 trabajadores sólo votaron 480,
y de ellos sólo dijeron sí 439, 38 dijeron no y tres nulos. O sea que más de 2000 trabajadores,
siguiendo la línea de la propuesta de CNT, se abstuvieron. ¿Renunció entonces el Comité de
Empresa a su propuesta ante la negativa de la inmensa mayoría de los trabajadores?. De ninguna
manera. Era una propuesta que convenía la Patronal y había que sacarla adelante. El medio fue
dimitir como Comité de Empresa y votar el convenio como Secciones Sindicales. Para esto les
sirve su dualidad "representativa". Y, como botón de muestra, véase el siguiente fragmento de un
documento circular de la empresa, fechado el 7-8-91 y expuesto en el tablón de anuncios del
astillero: "El 23 de agosto se abonará un anticipo de 50.000 pts., a cuenta de los atrasos de los
salarios devengados, a todos los afiliados de las Centrales Sindicales firmantes, así como al resto
del personal, excepto a aquellos que, expresamente, manifiesten su rechazo al Convenio
Colectivo 1991-1992, antes del 16 de los corrientes". Pero que nadie se escandalice creyendo
que éste es un caso de particular corrupción entre patronos y Comité de Empresa de la Bahía de
Cádiz. Es, por el contrario, la práctica habitual de ese gran contubernio "representativo". Una vez
impuesto el Convenio de la manera referida, los dimitidos del Comité siguieron actuando como
sección sindical durante varios meses, luego forzaron unas elecciones sindicales y volvieron a
salir Comité de Empresa en las condiciones descritas más arriba.
La última reconversión naval del 2004 es igualmente aleccionadora sobre la estrategia y misión
real de los Comités de Empresa. Se trataba por parte del sector de un recorte drástico, mortal, de
la mano de obra, manteniendo, naturalmente, la exigencia de dejar a salvo los intereses militares
en su área naval. El papel de los Comités fue el de siempre: tratar de continuo con la SEPI a
espaldas de los trabajadores; garantizar la salvaguardia de la construcción naval militar;
aprovecharse -ya que no podía impedirla- de la espectacularidad de la movilización obrera, a fin
de fortalecer sus propios intereses de grupo de presión; dejar llegar la cuestión al agotamiento, a
la sensación de esterilidad de las acciones, a la vía muerta, y, finalmente, a la ruptura de la
solidaridad por el procedimiento de los favorecimientos localistas, con abandono a su suerte de
los demás, o sea, a la privatización, antesala de la desaparición. Y, tanto en un caso como en el
otro, consagrar el desmantelamiento de la mitad de la mano de obra: cinco mil puñeteros obreros
a la calle.
Necesidad del rechazo absoluto de los Comités de Empresa y de los propulsores de los
mismos.
Si queremos, ahora, abundar en la cuestión del "precio" de esa venta, veamos unos pocos
datos más que ilustran esa operación. El Estatuto del Trabajador concede a cada delegado de 15 a
40 horas de liberación del trabajo, según el número de obreros de la industria, pero las empresas,
a la vista de lo lucrativo del sistema-comités, permiten a esos delegados la liberación a jornada
completa. Al mismo tiempo, los sujetos de los Comités pueden acumular horas sindicales de
varios delegados y liberar a otros miembros del Comité para dedicarlos como funcionarios de los
sindicatos fuera de las empresas. Se les permite entrar y salir de la empresa como y cuando
quieran, y aprovechan dichas horas para cuestiones personales del gusto de cada uno.
En la pelea por ser mayoritarios en el Comité se practica normalmente la mendicidad del voto o
la promesa de favores futuribles por el mismo. Se crea así el hábito del clientelismo en el que el
"cliente" exige la prioridad de sus intereses. Se enfrenta a unos trabajadores con otros; el
deterioro de la moral obrera es, así, creciente y, con frecuencia, la pérdida de dignidad llega a
hacer irrespirable el aire de la empresa, un ambiente que hace casi imposible el mantenimiento de
cualquier identidad ideológica.
El sistema de las elecciones sindicales está envenenado y envenena por necesidad a
cualquiera que lo acepte y entre dentro de él. Esto debe tenerlo muy en cuenta la CNT y el
anarcosindicalismo en general. Los escisionistas de la CNT de los años 80, hoy CGT, decían ir a
las elecciones sindicales para vaciar de contenido a los Comités de Empresa y destruirlos. Hace
mucho tiempo que, ya totalmente envenenados, son los mayores defensores del sistema de
comités. Otras secuelas de la CGT, que también insisten en llamarse "libertarios", los de
"Solidaridad", pretenden justificar su asistencia a las elecciones sindicales diciendo que los
Comités de Empresa favorecen la formación de secciones sindicales. Seguramente se están
refiriendo a ese tipo de secciones que, como vimos más arriba, alternan con los Comités, y ya
sabemos lo que da de sí esa dualidad "representativa". Con ese lenguaje, ambiguo a veces y falso
siempre a todas luces, pretenden esos "libertarios" llevarnos al huerto de la "unidad" ¿De qué
"unidad", cómo, con quién, en nombre de quién, a costa de qué? Quien no sea capaz de ver la
falsedad de las elecciones sindicales y de los Comités de Empresa, y que diáfanamente
constituyen una estrategia patronal, lo llevan mal, muy mal. Así que, si no quieren enmendarse y
dudamos ya de que puedan, sigan por donde van, afianzando el sistema e integraditos en él, y
déjennos tranquilos, que conocemos muy bien su intención de inficionar nuestra coherencia para
justificarse a sí mismos. Somos muy conscientes de que el camino del anarcosindicalismo es duro
y difícil, incluso muy duro y muy difícil, pero es el único que ofrece, en su día, garantía de
liberación para la clase obrera. Siempre el sistema estuvo en contra nuestra y en ello puso y pone
sus máximos esfuerzos. Frente a ellos, nuestra resistencia hizo que aquí estemos, todavía enteros,
coherentes, con una práctica limpia y una meta clara donde ir. La clase obrera lo sabe, incluso en
su situación de impotencia actual. No han podido borrarnos, ni absorbernos, ni integrarnos ni
corrompernos. Que los demás echen una mirada a su trayectoria y a su presente, y saquen sus
consecuencias, si tienen arrestos para ello.