Os veo desfilar, con una mueca que os han injertado en el rostro y que no ha cambiado, en absoluto, desde que abrazáis lo que llamáis fe. Es una fe intermitente, que emerge en los actos mussolianos y fastuosos, que os hace tomar el rosario entre las manos y elevar la mirada, centrada en vuestro ombligo y parcial, llevad colgado un símil de pequeña bandera que os eleva por encima de los otros, NOSOTROS, los que no creemos en vuestro dios ni en su alto ministro terrenal. Os escudáis en una fe, como digo, intermitente que, cuando vuestro sumo gurú aparece, vestido de blanco para ocultar las sombras y los pecados que cometéis -seguros del perdón por una conversación en un habitáculo de madera con un reclinatorio y un interlocutor, ministro de vuestro dios- se activa, pero que, misterio milagroso, DESAPARECE cuando giráis vuestra cabeza y dais la espalda a los que sufren de verdad y no a vuestros semejantes, vestidos con pantalones de tergal, polos de marca y repeinados a raya, síntoma inequívoco de la unidad en la forma y en el fondo de esa secta que os une.
Os veo hoy, preparándoos para loar enloquecidos a un humano que acude a vosotros para que hagáis de amplificador humano y ayudéis a ese proceso de anestesia cloromórfica que vuestro dios y su mandato, vuestra religión, al unirse a la clase política y corrupta (recordad uno de vuestros dichos preferidos, católicos de misal y rosario: dios los cría y ellos se juntan) pretenden instilarlos para que, aunque sea por unas horas, no veamos, no sintamos, no nos rompa el alma saber, ver y ser conscientes de que, al otro lado del mundo, mueren la vida en forma de niños y adultos que abandonan el mundo, falleciendo a causa de una muerte inducida y agonizante, porque el mundo les abandonó y les abandona, sin comida, con agua envenenada, con experimentos que sobre ellos prueban o no la bondad y eficacia ante enfermedades que os llevamos a la piel y a vuestro cuerpo en aras a un bien MAYOR Y COMÚN.
Os veo vestidos con camisetas que os engalanan con una palabra, VOLUNTARIOS, que os acerca más a la mentira que a la solidaridad: ¿por qué no estáis en Sudán, recogiendo con vuestras manos los cadáveres minúsculos de niños que jamán tendrán futuro? ¿Por qué no estáis en las plazas cada día de los que debería ser un 15 M continuo? ¿Por qué rezáis mantras que proclaman el perdón y el amar al otro como a vosotros mismos, mientras vuestro gurú vestido de blanco apela al castigo eterno para homosexuales; prostitutas; mujeres que, en un acto de libertad y responsabilidad, deciden abortar; musulmanes (con este grupo menos porque os dan fondos para mantener el poder político del califato vaticano); redes sociales y cualquier joven que en lugar de escapulario lleve un ordenador y la voluntad de crear, escribir , conocer, formar “redes” y ser “social”? ¿Por qué apoyáis, y lo hacéis reafirmando a vuestro gurú, los tentáculos del poder europeo y americano, creyendo que obtendréis dos premios de valor incalculable: aquí, en la tierra, los favores del opus y los de vuestra secta os alcanzarán y evitarán que seáis como esas pobres familias pobres y no creyentes que tienen hijos, madre o padre en el humillante paro; allá, en ese más allá al que no han llegado ni llegarán los 925 MILLONES de humanos que sufren desnutrición, no esa del cuerpo de cristo sino la del simple pan y el agua, os estará esperando un portero celestial que, al verificar que, tras haber pecado a vuestras anchas, habéis tenido un segundo para decir “perdóname , señor! Os dará un vale de FELICIDAD sin fecha de caducidad. Quedaos tranquilos mientras miráis desde la grada al papa-gurú que os exorciza sin que lo sepáis…cuando lleguéis al más allá, a la tierra de dios, todo estará limpio, sin esos negros, inmigrantes, musulmanes, homosexuales, comunistorros, rojos fanáticos y otros seres monstruosos que os amargan aquí, en la tierra, vuestra divina existencia.
Amén