Siempre hemos vivido en la miseria, y nos acomodaremos a ella por algún tiempo. Pero no olvide que los obreros son los únicos productores de riqueza. Somos nosotros, los obreros, los que hacemos marchar las máquinas en las industrias, los que extraemos el carbón y los minerales de las minas, los que construimos ciudades…¿Por qué no vamos, pues, a construir y aún en mejores condiciones para reemplazar lo destruido? Las ruinas no nos dan miedo. Sabemos que no vamos a heredar nada más que ruinas, porque la burguesía tratará de arruinar el mundo en la última fase de su historia. Pero -le repito- a nosotros no nos dan miedo las ruinas, porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Ese mundo está creciendo en este instante.

B. DURRUTI

sábado, enero 12, 2013

El poder asesino y un pueblo en lucha: 80 años de la matanza de Casas Viejas




Hace 80 años de la conocida matanza de Casas Viejas, que acabó con la vida de la familia “Seisdedos”, que desenmascaró a la República, que dejó claro (por si a alguien le cabía alguna duda) los métodos que usa el poder para defenderse. El gobierno, lejos de ser una especie de mediador social que representa a la mayoría del pueblo, se descubre como órgano al servicio de los intereses propios y de la burguesía, defendiendo su modo de vida que parasita a la clase trabajadora.

La clase trabajadora de Casas Viejas, en 1933, proclama el comunismo libertario, proclama la libertad de todas las personas del yugo del capitalismo y de la opresión del estado y, pese a ser un pequeño pueblo de Cádiz (bastante alejado del poder central), el gobierno ve en ello una amenaza que hay que aniquilar y la guardia civil y los guardias de asalto corren a ejecutar las órdenes de sus amos, llevados también por el rencor propio contra los que se defendieron de la persecución, de la humillación, de la privación de libertad.

La búsqueda de la libertad propia y ajena es una lucha tan fuerte que se transmite más allá del espacio y del tiempo: por eso los sucesos de Casas Viejas eran y son un peligro para el sistema, que nos quiere hacer pasar por una locura, por idealismo, el hecho de que alguien proclame y luche por el comunismo libertario. Por eso se ha intentado vender como un producto comercial las muertes de Casas Viejas, haciendo un hotel que mediante el morbo y el amarillismo haga el pasado más ajeno al presente. Este hotel, cuyo proyecto comenzó en 2006 y ya lleva un tiempo acabado y funcionando, no sólo pretendía instalarse sobre las ruinas de la casa de Seisdedos y simular la década de los 30 sino que pretendía llamarse Libertaria, haciendo referencia a la superviviente de los sucesos que fue encarcelada y tres años más tarde fusilada, llamándose finalmente Utopía. El capitalismo, como vemos, intenta asumir en su discurso cualquier variante, aunque sea contraria a él mismo, para anularla haciéndola un cuadro de museo, vacío de cualquier contenido más allá de él mismo y falto de acción.

Pero nosotros tenemos nuestra propia historia, nuestra propia memoria. Nosotros no podemos olvidar a los asesinados ni a sus asesinos: sus asesinos y los de hoy son los mismos, son aquellos que ostentan el poder político y económico, ya que sus aspiraciones y las nuestras son las mismas. Tampoco nos resignaremos a que el poner nos permita poner calles en su nombre, devolver el nombre de Casas Viejas a un pueblo hasta hace poco conocido como Benalup para enterrar la memoria o elevar monumentos, son migajas concedidas porque en sí mismas no significan nada. Es necesaria una memoria viva que recuerde por qué dieron su vida muchos habitantes de Casas Viejas. Es necesario señalar a los culpables de nuestra esclavitud que también fue la suya, es necesario seguir con la lucha. Es necesario el comunismo libertario, hacia él vamos con todos los vencidos de la historia.

“Quien ametralla al pueblo, quien lleva la batuta /son los guardias de asalto que son hijos de puta”

Canción Popular

G. A. HELIOGÁBALO